El Nacimiento de Olimpia

La fotografía de parto y las mil y una emociones

Contaros o esbozaros lo que he podido vivir a través de mi cámara en un nacimiento es un lujo que no siempre tengo, y por eso lo primero que tengo que decir es GRACIAS a la preciosa María y su compañero de viaje por dejarme compartir con vosotros pedacitos de la historia de cómo Olimpia vino al mundo.

El parto es un proceso, y fotografiarlo significa acompañar a esas personas en silencio, con respeto y no perdiendo detalle de lo que está ocurriendo a tu alrededor, porque pudiera parecer que tu eres allí la única que controla lo horizontal y lo vertical (aunque luego todo consiga arrastrate sin remedio).

Fueron unos cuantos encuentros los que tuve con esta pareja antes de dejar todo cerrado, al principio por la parte obvia de crear vínculos, no solo con María, a la que ya conocía, sino también con Eire y su padre. Con ellos tendría que compartir muchos tiempos de espera y teníamos que saber si ahí podía haber feeling. Sin embargo ellos son de estas familias que te van atrapando, por su cariño, su naturalidad y su espontaneidad y sino ya podéis seguir sus aventuras aquí.

Éire es una niña despierta, capaz de dejarte de piedra por su madurez…me recuerda mucho a mi propia hija porque igual que te dice la fórmula de la gravedad que pueden pasarse cinco horas jugando a que son perros o gatos…bipolaridades infantiles nada anormales.

Me lío…el caso es que este nacimiento se iba a producir en su casa y por suerte yo ya conocía al fantástico equipo que las iba a acompañar.

Olimpia igual ya os digo que prisa por salir no tenía….y tuvo a bien dejarme disfrutar de las uvas y el año nuevo….y decidió venir el día en el que me tocaba un episodio de insomnio…. Cuando sonó el teléfono a las 4 de la mañana minutos después de haber conseguido posar la cabeza en la almohada…no estaba en plenas facultades, pero lo bueno de esto es que siempre llega la adrenalina al rescate y eso no lo superan ni 10 RedBulls seguidos.

Rápidamente llegué a su casa con todo el equipo preparado. La luz era muy tenue y toda la energía estaba centrada en la bañera donde María se preparaba para dar a luz a la pequeña Olimpia.

Haciendo el menor ruido, y dejando a Éire y su padre concentrados en la tarea de apoyar a María me dispuse a hacer los primeros disparos. Apenas tenía la luz de una vela y la ocasional linterna de las matronas, pero los momentos que estaban viviendo eran tan intensos que tenía que captar al menos los gestos que se estaban produciendo.

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En un momento en el que las oleadas descendían, pudimos encender alguna vela más que, sin romper el ambiente de introspección, me dió algún punto más de luz para seguir captando momentos únicos.

En los otros partos a los que había asistido en casa se trataba de primerizas, por lo que nunca había tenido que contar con una niña presente en la sala. Sin embargo, igual que me lo aplico a mi cuando estaba embarazada, no hay nada como la información, y de eso Eire tenía un montón. Ya sabía que mamá gritaría en ciertos momentos, que necesitaría ayuda, que había que acompañar y no demandar, que ella podía ir y venir según se sintiera más cómoda y por supuesto que si necesitaba alguna cosa Papá, Paca o Anabel podrían ayudarla.

Ella conectaba y desconectaba con mucha naturalidad y bajo nuestra atenta mirada participaba del momento.

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Yo tengo asumido, después de unas cuantas experiencias, que parir sin la epidural no se puede hacer a lo loco, y que requiere de una preparación previa fundamental. Creo que sin un apoyo cerca de una pareja, doula o profesional del parto los momentos de flaqueza son muchos, pero que se supera…también os lo puedo contar. Eso sí….siempre he dicho que tenerla o no, no hace un parto mejor que el otro. María fue una campeona, con sus momentos de flaqueza en los que no veía el final y todos los remedios para paliar el dolor parecían insuficientes, pero con esa fortaleza que al final nos llega para dar el último empujón.

Sin embargo el tiempo avanzaba, y la luz de la ventana se iba abriendo paso y dejando en un segundo plano a la luz de las velas. Y entonces se produjo el nacimiento.

Ambos pudieron sentir y tocar la cabeza de Olimpia asomándose al mundo, y reposando en el agua caliente de la piscina. Eire ya lo había dado todo acompañando a sus padres y le pareció hora de dedicarse a su otra pasión….la hermana llegaba para quedarse…ya habría tiempo de conocerla mejor.

Y yo….bueno al otro lado sentí esa emoción y alivio que me transmite cada pareja y que indefectiblemente me saca una lágrima (o un chorro) de felicidad. Pero como no me canso de repetir cada parto es una historia, un mundo y un regalo….y a mi lo que me regalaron ellos fue la luz y el color.

Sabía que algún día iba a llegar…y así fue. La habitación se llenó de azul del agua, amarillo de velas, naranja de mantas, marrón de piel y rojo de parto….muchos colores que no hicieron más que potenciar el ambiente de magia que se creó en esos minutos en los que la vimos.

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El proceso del nacimiento siguió su proceso….saliendo de la bañera, descansando en el sofá, descubriendo cada pliegue de su piel, sus orejas, sus ojos, unas manos que se asían con fuerza y unos pies alargados, momentos puros en los que estaban descubriendo los primeros vínculos.

Para ayudar a terminar el proceso papá hizo piel con piel con Olimpia, un momento de ternura máxima en el que ella decidió que Papá podría ser, también fuente de alimentación, explicarla que quedaba un tiempo para eso era tontería así que la dejamos agarrarse a él, descubrir a su hermana y que ella la descubriera también.

Ver cómo reaccionan los nuevos hermanos mayores es siempre una experiencia emocionante. No todos se abalanzan con amor, muchos lo hacen con cautela u otros dan mucha más importancia a su madre que al bebé…al fin y al cabo tampoco hace nada que ellos no puedan hacer 😉

En esta historia Éire nos dejó experimentar desde el «no me interesa», pasando por el «esto tiene pinta de interesante» hasta el «yo seré tu hermana mayor y te enseñaré muchas cosas»

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Esta historia tiene un final feliz porque Olimpia, María, Éire y Heber están juntos y son una familia que se completa. Sin embargo esta historia también tuvo un capítulo de incertidumbre, de miedo y de angustia cuando de forma natural a María se le complicó el postparto y tuvo que ir al hospital. Esta parte de la historia está reservada a ellos, que la superaron por el trabajo y apoyo de equipo que hicieron como pareja, mientras yo les acompañaba de otra forma.

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Me quedé con Eire en la habitación contigua…jugando a aquello que más le gustaba, haciendo fotos con ella, dejándome hacer fotos…creando unos recuerdos que de alguna forma suavizaran el hecho que mamá finalmente tendría que pasar unas noches en el hospital.

La historia completa de su nacimiento la podrá escuchar y ver Olimpia siempre que quiera y vosotros podéis asomaros un poquito gracias a su generosidad.

http://vimeo.com/163269355

Espero que os haya gustado y que os animéis a contactarme para que podamos contar vuestra preciosa y original historia de nacimiento juntos.

3 comentarios

  1. Madre mía, qué cacho de reportaje y me he emocionado al verlo. Tengo muy cerca mi parto, que aunque no fue en casa, fue estupendo. Me ha encantado ver a la hermana mayor acompañando a su madre. Maravilloso Eva!!!

  2. ¡¡Muchas gracias Pilar!!
    Ya sabes que yo digo que la emotividad del parto no lo pone el lugar sino las personas que lo viven ;D
    Esta hermana mayor estaba más formada que yo en mi primer parto 😛 y fue impresionante verla conectar y desconectar de toda la acción.

    Mucho ánimo con esa reciente bimaternidad. Un abrazo gigante

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